Presidente destaca importancia cultural del Teatro de Cristóbal Colón, de Bogotá

Haciendo una remembranza, de la obra recién refaccionada, el Primer Mandatario de los colombianos invitó a disfrutar la y preservarla por siempre.

Nación

24 de julio

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Intervención
Dicen que en todos los teatros –sobre todo los que presentan espectáculos de ópera– habita un fantasma; uno que ronda entre bastidores, en los palcos ocultos por la oscuridad, y que se deleita cada noche en el sublime espectáculo del arte: “el fantasma de la ópera”…
Seguramente este Teatro de Cristóbal Colón de Bogotá –al igual que el Palacio de la Ópera de París– tiene su propia historia y tiene presencias del pasado que lo hacen aún más mágico, más interesante, más auténtico.

Pienso, por ejemplo, en dos hombres que dejaron huella –como pocos– en nuestra vida política a fines del siglo XIX; los inspiradores y autores de la Constitución de 1886: los presidentes Rafael Núñez y Miguel Antonio Caro.

Ambos tienen que ver con el Colón: Núñez, porque fue quien ordenó su construcción, hace 129 años, en agosto de 1885, y Caro porque era el vicepresidente encargado del poder ejecutivo cuando el Teatro se inauguró el 12 de octubre de 1892, en el cuarto centenario del Descubrimiento de América.

Aquí sentimos también la presencia del arquitecto Pietro Cantini –quien construyó este teatro y el Capitolio Nacional– y de esos otros pintores, escultores y decoradores italianos que fueron responsables de cada detalle artístico de la obra.

Yo creo que Cantini y sus colaboradores, si estuvieran acá –y tal vez lo están en algún palco invisible–, aprobarían la cuidadosa restauración del teatro que hoy entregamos a Bogotá y a Colombia, en la que se respetaron todos, todos los detalles originales, incluido el color de las paredes.

Desde esos tiempos hasta hoy, el Teatro Colón ha sido el escenario por excelencia de las mejores óperas, zarzuelas, obras de teatro, ballets, recitales y toda clase de presentaciones artísticas y culturales.

Incluso fue el lugar escogido para grandes actos políticos. En este espacio, por ejemplo, se ofreció el 2 de mayo de 1942 un banquete de gala en homenaje al entonces presidente Eduardo Santos.

La foto que recuerda ese evento es muy llamativa, pues impacta ver la platea del teatro convertida en club social, con mesas y manteles blancos en lugar de la silletería, los hombres de estricta etiqueta y las mujeres llenando los palcos con sus trajes de gala, todos escuchando las palabras de Santos… como hoy lo hacen ustedes 72 años después.

Pero Ministra, no se preocupe porque a mí no me gustan los homenajes y menos aquí en el Teatro Colón.

Cuántos dramas y comedias, cuánta poesía, se ha escuchado en este recinto. Recuerdo que mi padre me contaba de las veladas de declamación en las que la argentina Berta Singerman o el colombiano Víctor Mallarino hacían delirar al público con sus interpretaciones de Neruda, de Silva, de Lorca, de Bécquer.
Cuánta música se ha tocado en este tablado, como la que escucharemos hoy interpretada por la Orquesta Sinfónica de Colombia –dirigida por el reconocido maestro brasileño Claudio Cruz– y el coro masculino de la Ópera de Colombia.

Y quiero hablar de tres jóvenes talentos de nuestro país:

La obertura Eclosión que tocará la orquesta es la obra ganadora del Premio de Música en Composición, creada por un colombiano de apenas 23 años de nombre James –no nuestro admirado futbolista, aclaro, sino James Díaz, un creador no con la pelota sino con la partitura–.
También actuará como solista esta noche la soprano Betty Garcés, hija de una pareja de maestros de Buenaventura que se esforzaron por educarla y hoy se ven recompensados pues Betty triunfa en Alemania, donde adelanta su doctorado en canto lírico.

Y quiero exaltar a otro artista de Buenaventura, Fernando Montaño –que inició su carrera en Incolballet en Cali y hoy es bailarín principal, ni más ni menos que del Royal Ballet de Inglaterra, ese mismo ballet donde yo en los años 70 vi a Margot Fonteyn y a Nuréyev–, quien se presentará en el teatro este fin de semana.
¡Cuántos colombianos talentosos! ¡Cuánto presente y futuro para nuestro arte!
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Sin duda, han cambiado los tiempos desde cuando el público vitoreaba a los declamadores.

Han cambiado los ritmos y los gustos de la audiencia, pero lo clásico permanece y convive con lo contemporáneo, tal como ocurre en este teatro donde el estilo neoclásico original está ahora acompañado por las mejores tecnologías de iluminación, de acústica y de seguridad.

Gracias, muchas gracias, al Ministerio de Cultura y a todos los arquitectos, restauradores, artistas, técnicos y obreros que hicieron posible –con un trabajo profesional y meticuloso– que hoy 23 de julio de 2014 reviva este teatro, orgullo e insignia de nuestra capital.

Varios de los obreros y técnicos que participaron en la restauración están con nosotros, en la parte alta del teatro, y pido un aplauso de reconocimiento para ellos.
La fase que sigue de este gran proyecto será un edificio contiguo que convertirá al Colón en un teatro de producción que preserve los diversos oficios del teatro y sea sede de nuestra Sinfónica Nacional, obra que esperamos concluir en 2017.

El Colón será –de esta manera– el eje de un centro cultural ampliado que incluye varios predios aledaños y hará de esta zona de La Candelaria el mayor foco de arte y cultura de la ciudad.

¡Qué privilegio estar aquí esta noche! Tal vez en 50 o 100 años otros verán las imágenes de esta velada inaugural y pensarán, con gratitud, que hubo una generación de colombianos que se preocuparon por conservar el patrimonio y promover la cultura.

Algunos ya no estaremos, y ocuparemos –como el fantasma de la historia– nuestro palco silente, cubierto por la bruma del tiempo, desde donde veremos, escucharemos y aplaudiremos el arte que nunca dejará de florecer mientras exista el hombre, el hombre que tiene sueños.

No más palabras por ahora… Que venga la música a deleitar el alma, ¡y que nuestro Teatro Colón perdure por siempre!